viernes, 13 de diciembre de 2013

DE QUE HAY QUE LLEGAR, ¡HAY QUE LLEGAR!


LAS HOJAS DE OTOÑO NO CAEN PORQUE QUIEREN, SINO PORQUE HA LLEGADO SU HORA

BUDA DIJO:


Mi naturaleza es envejecer. No hay ningún modo de evadir el envejecimiento.

Mi naturaleza es tener dolencias y salud. No hay ninguna forma de escapar de tener dolencias y salud.

Mi naturaleza es morir y no existe manera de huir de la muerte. Todo lo que deseo y todo lo que amo tiene la naturaleza del cambio. No hay manera de eludir el cambio. Mis acciones son mis únicas pertenencias. Yo no puedo esquivar las consecuencias de mis acciones. Todas mis acciones son el suelo donde estoy.

YO DIGO:

No se si la vida es corta o demasiado larga para nosotros, más sé que nada de lo que vivimos tiene sentido, si no tocamos el corazón de las personas.

No se si la vida es corta o demasiado larga… más sé que es intensa, verdadera y pura mientras dura.

PAULO COHELO DIJO:


Que una niña pequeña le preguntó a su madre: -“MAMÁ, ¿QUE ES LA VEJEZ?- La mamá pensando en su pasado y sintiendo las arrugas en su cara le contestó: -“MIRA MI ROSTRO HIJA, ESTO QUE VES ES LA VEJEZ”- La niña con una bella sonrisa le contestó: -“MAMÁ, LA VEJEZ ES BONITA”-

YO DIGO:

Así como las montañas cubiertas de nieve son hermosas, los cabellos blancos de la vejez, también tienen su belleza. Y no sólo belleza sino también sabiduría, sensatez y experiencia, de la que ningún joven puede vanagloriarse.

Yo no tenía este rostro de hoy… así calmado y triste, pensativo. Yo no tenía estas manos sin fuerza, tan quietas y frías. No entiendo este cambio tan simple, tan cierto, tan fácil.

LEONARDO DA VINCI DIJO:



“Los conocimientos vuelven el alma joven y disminuyen la amargura de la vejez”

Y YO HAGO ESTA ORACIÓN:



Bienaventurados aquellos que comprenden mis pasos vacilantes y mis manos débiles.

Bienaventurados los que no tienen en cuenta mis olvidos, que saben que capto las palabras con dificultad, por eso procuran hablarme más alto y pausadamente.

Bienaventurados los que perciben que mis ojos ya están nublados y mis reacciones son lentas.

Bienaventurados los que desvían su mirada, simulando no haber visto el café que sin querer derramé en la mesa.

Bienaventurados los que sonríen, me prestan atención y conversan conmigo.

Bienaventurados los que nunca me dicen: “Tu ya me contaste eso varias veces”

Bienaventurados los que me ayudan con cariño a cruzar la calle o me tienden la mano para que no caiga.

Bienaventurados los que me hacen sentir que soy amado y no estoy abandonado, tratándome con respeto.

Bienaventurados los que comprenden cuanto me cuesta encontrar fuerzas para aguantar mi edad y mi cruz.

Bienaventurados todos aquellos que me dedican afecto y cariño haciéndome pensar en Dios.

Cuando entre en la eternidad, me acordaré de ellos y le pediré al Señor que les dé, todo lo que a mi me dio.

AMÉN