lunes, 18 de agosto de 2014

CUANDO APRENDÍ A ESQUIAR



Hoy les hablaré de Raymundo, un remanso del río Nazas, antes de llegar a Lerdo, Dgo. Donde ese enorme río, donde yo aprendí a esquiar, por cierto y por su tamaño, una lancha de un tío mío,  Benjamín Lavín Sáenz, La Tecate la llamábamos así por haber sido construida con lamina tan delgada que parecía de los botes vacíos de esa cerveza, la cual navegaba con donaire por el Nazas. Pero un día mi tío se tomó dos que tres antes de tripular la Tecate y en un rato de navegación me tiró de la lancha; lo tiró a él y la lanchita siguió, navegando por el Nazas hasta llegar a la orilla donde se estrelló contra dos árboles llamados sabinos y ahí terminó esa lancha, fabricada con esa lámina que parecía de botes de cerveza vacía.

Pues bien, en aquel Raymundo yo aprendí a esquiar sobre agua; sobre nieve jamás lo he intentado y a esta altura de mi vida ya no lo haré. Pero recuerdo con mucha nostalgia, que es lo único que ya nos queda, aquellos días juveniles en que me arriesgaba sobre dos esquíes en el Nazas. El tiempo pasa, incluyéndonos, y aquí seguimos. La memoria, los recuerdos, las vivencias siguen persiguiéndonos; pero aquí estamos, ya no tenemos lugares a donde ir. Pero “Nazas” significa una especie de red donde se atrapaban a los peces de ese río, bagres generalmente, que se embolsaban es redes llamadas precisamente Nazas. Su nombre se me quedó en la memoria y en el cariño.


El tiempo ya pasó; al Nazas antes de llegar a Torreón, lo meten por un tajo, como le llaman allá a los canales de riego, muy anchos y ese tajo es el Tajo Lavín; grande y caudaloso, el cual conozco y en sus riberas jugué durante mucho tiempo. Ya estoy lejos de él y a estas alturas de mi vida no se cómo sigue. Pero eso es parte de mi pasado, un pasado que todos tenemos. El Nazas, un río donde yo aprendí a esquiar; y seguramente ya no esquiaré.