jueves, 23 de julio de 2015

LA INACIA

A mí, me gusta cantar, siempre que hay una reunión, una fiesta, o algún evento donde esté un guitarrero, le ando pidiendo que me acompañe…



Hay una canción que siempre me están pidiendo, se llama. “LA INACIA” la canción dice más o menos así…  

Oy… oy… oy… Oyes Inacia quero que escuches mi plática,
quero que escuches que eres mi pasión frenética,
aunque carezca de política y gramática,
yo solo que conmigo seas benéfica…

Quero que escuches de mis labios este prólogo
que te dirige el trovador este faisilime,
y si minervia saca copia del catálogo,
y con dulzura a esa joven escreibile…

Cuando mis huesos descansen en un sarcófago
y que mis restos descansen bajo una lápida
hasta mi tumba llorarás solo una lágrima
donde riposa el trovador joven simpática…

Adiós modelo de virtud termino mi ópera
me voy corriendo hasta el fondo del polo ártico
y si mi buscas y no me hallas en la atmósfera
vete corriendo que he de andar por el atlántico...

miércoles, 1 de julio de 2015

AGÁCHESE COMPADRE, QUE AHÍ VIENEN LAS BALAS

Allá por mayo del año de 1981, fuimos invitados mi esposa y yo a una boda, en Ciudad Obregón, de esas bodas de rompe y rasga.

Yo estaba trabajando en la empresa Taxis Aéreos del Noroeste, volando el avión MU-2 XA-IUC.



Por esos días teníamos de visita en casa, a mi suegro y compadre Norberto Hahnel.



Un vecino de Eduardo Debeikis, fue el que nos invitó a esa boda, La cual se celebró en el salón de fiestas de la Unión de Crédito Agrícola del Yaqui, el cual está sobre la avenida Miguel Alemán.

Le dije al vecino de Eduardo que teníamos de visita a mi suegro, por lo que me pidió que lo invitara y me dio los tres boletos, para mi esposa, mi compadre y el mío, pero al dármelos me previno:

-“Pero hay que tener cuidado en la fiesta Capi, por que puede haber balazos”- Yo no le creí.

Llegando a casa, les conté a mi esposa y a mi suegro, el comentario del que nos invito al baile.

Nos arreglamos y para las nueve de la noche estábamos entrando al salón.

La boda fue como todas esas fiestas que se hacen después de la misa matrimonial. Las mesas bien arregladas con cierto lujo, los meseros listos para atender con las bebidas y las botanas. La orquesta tocando las piezas de la época y un conjunto norteño esperando su turno.

Mi esposa y yo bailamos algunas tandas de la orquesta y otras del conjunto norteño, mientras mi suegro y compadre nos esperaba en la mesa, disfrutando de su vino tinto, pues le pusieron una botella.

Los meseros empezaron a servir la cena, cuando de repente escuchamos un alboroto en la puerta del salón. Volteamos y vimos al cuidador de la entrada forcejeando con un huaripudo que traía un revolver en la mano.

Entonces me sentí como en el lejano Oeste, y le grité a mi suegro:

-“Al suelo compadre, ahí vienen las balas”- y empuje a mi esposa debajo de la mesa.

Sonó el primer disparo que se clavó en el techo, mientras le gritaba al novio:

-“En esta te mueres”- mientras vi de reojo que el novio sacó una pistola escuadra y le apuntó al ranchero que estaba en la puerta. En ese instante sonaron dos disparos y vi como el novio, al mismo tiempo que su rival en amores caían al suelo,  muertos. Gran escándalo y conmoción causo el duelo. Muchas señoras ya grandes, gritaban llorando, muchos meseros e invitados al igual que nosotros, bajo las mesas. No tardaron en llegar la policía y las ambulancias. Todos fuimos saliendo del salón, nos subimos en nuestros autos y partimos a nuestros a hogares.

Ya en casa, mi suegro se saco de la bolsa del pantalón su botella de vino, mi esposa saco unas copas y para brindar, mi suegro y compadre dijo:

-“Como en el lejano oeste, COMPADRE, AGÁCHESE QUE AHÍ VIENEN LAS BALAS”-