LAS
HOJAS DE OTOÑO NO CAEN PORQUE QUIEREN, SINO PORQUE HA LLEGADO SU HORA
BUDA
DIJO:
Mi naturaleza es envejecer.
No hay ningún modo de evadir el envejecimiento.
Mi naturaleza es tener
dolencias y salud. No hay ninguna forma de escapar de tener dolencias y salud.
Mi naturaleza es morir y no
existe manera de huir de la muerte. Todo lo que deseo y todo lo que amo tiene
la naturaleza del cambio. No hay manera de eludir el cambio. Mis acciones son
mis únicas pertenencias. Yo no puedo esquivar las consecuencias de mis
acciones. Todas mis acciones son el suelo donde estoy.
YO
DIGO:
No se si la vida es corta o demasiado
larga para nosotros, más sé que nada de lo que vivimos tiene sentido, si no
tocamos el corazón de las personas.
No se si la vida es corta o
demasiado larga… más sé que es intensa, verdadera y pura mientras dura.
PAULO
COHELO DIJO:
Que una niña pequeña le
preguntó a su madre: -“MAMÁ, ¿QUE ES LA VEJEZ?- La mamá pensando en su pasado y
sintiendo las arrugas en su cara le contestó: -“MIRA MI ROSTRO HIJA, ESTO QUE
VES ES LA VEJEZ”- La niña con una bella sonrisa le contestó: -“MAMÁ, LA VEJEZ
ES BONITA”-
YO
DIGO:
Así como las montañas
cubiertas de nieve son hermosas, los cabellos blancos de la vejez, también
tienen su belleza. Y no sólo belleza sino también sabiduría, sensatez y
experiencia, de la que ningún joven puede vanagloriarse.
Yo no tenía este rostro de
hoy… así calmado y triste, pensativo. Yo no tenía estas manos sin fuerza, tan
quietas y frías. No entiendo este cambio tan simple, tan cierto, tan fácil.
LEONARDO
DA VINCI DIJO:
“Los conocimientos vuelven
el alma joven y disminuyen la amargura de la vejez”
Y
YO HAGO ESTA ORACIÓN:
Bienaventurados aquellos que
comprenden mis pasos vacilantes y mis manos débiles.
Bienaventurados los que no
tienen en cuenta mis olvidos, que saben que capto las palabras con dificultad,
por eso procuran hablarme más alto y pausadamente.
Bienaventurados los que
perciben que mis ojos ya están nublados y mis reacciones son lentas.
Bienaventurados los que
desvían su mirada, simulando no haber visto el café que sin querer derramé en
la mesa.
Bienaventurados los que
sonríen, me prestan atención y conversan conmigo.
Bienaventurados los que
nunca me dicen: “Tu ya me contaste eso varias veces”
Bienaventurados los que me
ayudan con cariño a cruzar la calle o me tienden la mano para que no caiga.
Bienaventurados los que me
hacen sentir que soy amado y no estoy abandonado, tratándome con respeto.
Bienaventurados los que
comprenden cuanto me cuesta encontrar fuerzas para aguantar mi edad y mi cruz.
Bienaventurados todos
aquellos que me dedican afecto y cariño haciéndome pensar en Dios.
Cuando entre en la
eternidad, me acordaré de ellos y le pediré al Señor que les dé, todo lo que a
mi me dio.
AMÉN