Estaba yo, en un festejo de acercamiento entre los directores de las distintas oficinas que conformábamos el sexto ayuntamiento de La Paz. Nuestro jefe, el presidente municipal no había llegado y entre fría y fría acompañada con unos higaditos de cahuama empezaron a contar los anécdotas de cada director. No recuerdo quien fue el que contó uno referente a nuestro jefe. Contó que una vez estaba un licenciado a quien todos conocían como “El amigo” platicando de su perro que era una maravilla. En muy poco tiempo este perro alcanzó un gran tamaño, casi parecía un becerro y que por lo mismo salía caro en su alimentación.
Este licenciado platicaba muy orgulloso que su perrito se comía diariamente dos filetes de res de buen tamaño, y para que no se quedara con hambre el animalito debería de merendar como a las siete de la tarde, dos pasteles de manzana con un galón de leche.
Nuestro jefe era muy joven y escuchaba muy atentamente al licenciado y de repente le preguntó: -Oiga amigo, ¿y que hace su perro?-
-Pues nada, como no está acostumbrado a nuestro clima, se la pasa echado todo el día, el calor lo agobia, y ahora que llegue el verano le voy a instalar aire acondicionado en su perrera-
Al escuchar esto nuestro patrón empezó a hacer cuentas: Se la pasa echado todo el día. Se come dos filetes diarios. Le dan sus pastelitos de manzana (con lo que me gustan) y su galón de leche por las tardes y le van a instalar aire acondicionado en la perrera. Así se quedó pensando por un momento y de repente le dijo al licenciado:
-Oiga amigo, cuando se le muera su perro, ¿me podría amarrar a mi?
Este licenciado platicaba muy orgulloso que su perrito se comía diariamente dos filetes de res de buen tamaño, y para que no se quedara con hambre el animalito debería de merendar como a las siete de la tarde, dos pasteles de manzana con un galón de leche.
Nuestro jefe era muy joven y escuchaba muy atentamente al licenciado y de repente le preguntó: -Oiga amigo, ¿y que hace su perro?-
-Pues nada, como no está acostumbrado a nuestro clima, se la pasa echado todo el día, el calor lo agobia, y ahora que llegue el verano le voy a instalar aire acondicionado en su perrera-
Al escuchar esto nuestro patrón empezó a hacer cuentas: Se la pasa echado todo el día. Se come dos filetes diarios. Le dan sus pastelitos de manzana (con lo que me gustan) y su galón de leche por las tardes y le van a instalar aire acondicionado en la perrera. Así se quedó pensando por un momento y de repente le dijo al licenciado:
-Oiga amigo, cuando se le muera su perro, ¿me podría amarrar a mi?
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