¿Cómo no recordar aquellos gritos?
Mi señora madre y mi tía Bora, cada semana se aventaban con los hijos,
nosotros éramos seis y los hijos de mi tía Bora eran diez.
Imagínense, dieciséis escuincles durmiendo cada fin de semana, una vez en
el rancho El Vergel, y a la semana siguiente en la huerta de Lerdo.
Las dos parejas: mi tío Benjamin Lavín y su esposa Aurora Garza, y mis
padres Francisco y Angélica, siempre salían los fines de semana, que cuando no
a bailar, o al cine, o simplemente a cenar, y nosotros a pasar la noche de cada
sábado al Vergel o a Lerdo.
Pues bien, un sábado en la mañana, íbamos todos del rancho a la huerta,
mi tía Bora manejando su camioneta wayín, mi Señora Madre a su lado y los dieciséis
peques atrás.
Yo era el mayor.
Al salir de Gómez Palacio y poner rumbo a ciudad Lerdo, dejando la
avenida Agustín Castro y tomar el boulevard Miguel Alemán, mi tía dio una
vuelta bombera, en eso se abrió la puerta trasera izquierda, y sopas, una niña
que se cae al pavimento. Todos gritamos:
-“Se cayó, se cayó”-
Mi madre grito: -“¿Quién se cayó?”-
Mi tía Bora frenó su camioneta y le dijo:
-“No te preocupes, ya la veo por el retrovisor, es tu hija Ana María”-
Todos volteamos hacia atrás, y vimos a mi hermana corriendo tras de
nosotros y gritaba:
-“No me dejen, no me dejen”-
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