Allá por
mayo del año de 1981, fuimos invitados mi esposa y yo a una boda, en Ciudad
Obregón, de esas bodas de rompe y rasga.
Yo estaba
trabajando en la empresa Taxis Aéreos del Noroeste, volando el avión MU-2
XA-IUC.
Por esos
días teníamos de visita en casa, a mi suegro y compadre Norberto Hahnel.
Un vecino
de Eduardo Debeikis, fue el que nos invitó a esa boda, La cual se celebró en el
salón de fiestas de la Unión de Crédito Agrícola del Yaqui, el cual está sobre
la avenida Miguel Alemán.
Le dije al
vecino de Eduardo que teníamos de visita a mi suegro, por lo que me pidió que
lo invitara y me dio los tres boletos, para mi esposa, mi compadre y el mío,
pero al dármelos me previno:
-“Pero hay
que tener cuidado en la fiesta Capi, por que puede haber balazos”- Yo no le
creí.
Llegando a
casa, les conté a mi esposa y a mi suegro, el comentario del que nos invito al
baile.
Nos
arreglamos y para las nueve de la noche estábamos entrando al salón.
La boda fue
como todas esas fiestas que se hacen después de la misa matrimonial. Las mesas
bien arregladas con cierto lujo, los meseros listos para atender con las
bebidas y las botanas. La orquesta tocando las piezas de la época y un conjunto
norteño esperando su turno.
Mi esposa y
yo bailamos algunas tandas de la orquesta y otras del conjunto norteño,
mientras mi suegro y compadre nos esperaba en la mesa, disfrutando de su vino
tinto, pues le pusieron una botella.
Los meseros
empezaron a servir la cena, cuando de repente escuchamos un alboroto en la
puerta del salón. Volteamos y vimos al cuidador de la entrada forcejeando con
un huaripudo que traía un revolver en la mano.
Entonces me
sentí como en el lejano Oeste, y le grité a mi suegro:
-“Al suelo
compadre, ahí vienen las balas”- y empuje a mi esposa debajo de la mesa.
Sonó el
primer disparo que se clavó en el techo, mientras le gritaba al novio:
-“En esta
te mueres”- mientras vi de reojo que el novio sacó una pistola escuadra y le
apuntó al ranchero que estaba en la puerta. En ese instante sonaron dos
disparos y vi como el novio, al mismo tiempo que su rival en amores caían al
suelo, muertos. Gran escándalo y
conmoción causo el duelo. Muchas señoras ya grandes, gritaban llorando, muchos
meseros e invitados al igual que nosotros, bajo las mesas. No tardaron en
llegar la policía y las ambulancias. Todos fuimos saliendo del salón, nos
subimos en nuestros autos y partimos a nuestros a hogares.
Ya en casa,
mi suegro se saco de la bolsa del pantalón su botella de vino, mi esposa saco
unas copas y para brindar, mi suegro y compadre dijo:
-“Como en
el lejano oeste, COMPADRE, AGÁCHESE QUE
AHÍ VIENEN LAS BALAS”-
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