jueves, 2 de agosto de 2007

UNA VACUNA CONTRA TU PROPIO EGO


Cuando hacemos las cosas bien, llega el éxito. El éxito atrae la atención y el interés de las personas. El interés de las personas nos gusta tanto que muchas veces solo trabajamos para él y nos alejamos de lo que realmente nos llevó al éxito.

Cuando los cardenales eligen al nuevo Papa, lo cargan en un asiento especial. Pero, en el camino a su trono, el pontífice es bajado dos veces al piso, para que recuerde de dónde vino y mantenga siempre la humildad.

Esta ceremonia tiene raíces en la esencia del ser humano. Cuando estamos en una posición de poder o prestigio, es fácil embriagarse con la atención y el interés de las personas. El poder es una droga adictiva que engancha a nuestro Ego y nos cuesta mucho esfuerzo dejarla. Lo que hacemos es entregarle a las personas poder sobre nosotros. Si nos miran, se interesan por nosotros y nos rinden pleitesía, entonces sentimos que valemos. De lo contrario, nos sentimos ignorados y como si no tuviéramos ningún valor.

Hoy en día existen muchas personas que fueron empresarios exitosos en años anteriores, pero que ahora lo han perdido todo. Sus empresas quebraron, ya no tienen poder y es frecuente verlos deprimidos. Esta depresión se origina, más que por un tema económico, porque ya no se consideran- «importantes» para otras personas. Han perdido su poder y, con él, su sensación de valía y competencia personal. Ya no tienen la «droga» y no saben cómo encontrarla.

Un amigo, que estuvo muy cerca a un candidato que se creía ganaría ciertas elecciones, me comentó que, en esos tiempos, la gente lo buscaba en las reuniones sociales con mucho interés.


Celebraban sus bromas, lo veían esbelto, simpático; todos escuchaban cada palabra que decía con suma atención. Sin embargo, cuando el candidato perdió, ya nadie lo buscaba. Se sentía el hombre invisible. De la noche a la mañana sus bromas fueron de mal gusto. Además, ¡cómo había envejecido! Lo increíble es que él seguía siendo la misma persona. No había cambiado, pero el interés de la gente sí.

Cuando basamos nuestra valía personal en lo que la gente piensa de nosotros, nos convertimos en seres dependientes. Nuestra felicidad deja de depender de nosotros y pasa a depender de los otros. Es como si olvidáramos que sabemos respirar y le pidiéramos, a cada persona que vemos, que nos aplicara respiración artificial. Vamos de persona en persona buscando «su interés» o el aire para respirar

Sin embargo, no lo necesitamos. Tenemos la capacidad de respirar solos, pero lo olvidamos, creyendo que sin el interés de las personas no podremos hacerlo. Cuando trabajamos para lograr que la gente nos mire, estamos siendo manipulados por nuestro ego. Cuando trabajamos para dar lo mejor de nosotros mismos a fin de contribuir con alguna actividad que tiene significado, nuestro verdadero ser aflora.

Cuentan que cuatro sabios encontraron en el bosque unos huesos de tigre. Para mostrar su habilidad, uno de ellos dijo: «Yo puedo recrear el esqueleto completo de este animal», y así lo hizo. Otro sabio prometió devolverle al animal su carne, su piel y su sangre. Y así lo hizo. El tercero, para demostrar que era el mejor, dijo: «Yo puedo regresarlo a la vida». El cuarto sabio le pidió que no lo hiciera; dijo que lo creía capaz, pero que dejara las cosas así.

Pero el sabio insistió en demostrarles su poder.

El cuarto sabio pidió, entonces, tiempo para subir a un árbol.

Cuando el tercer sabio le dio vida al animal, el hambriento tigre devoró a los tres sabios que estaban a su costado. El cuarto observó con impotencia la suerte de sus compañeros desde el árbol

No deje que su ego lo devore en la vida alejándolo de la verdadera felicidad. Si usted quiere vacunarse contra él, controle sus pensamientos. Piense cómo puede contribuir y servir en todo lo que hace. Deje de pensar sólo en usted, en destacar y en figurar, y piense mejor en todo lo que puede hacer para ayudar y permitir crecer a las personas de su entorno.

1 comentario:

gmotodd dijo...

Tio, cuanta sabiduria tienes en tus palabras. Es tan facil querer trabajar solo para buscar la aprobacion, esa "droga" del ego que bien explicas. Y que mal se siente uno cuando ya la hipodermica esta fuera de la piel, cuando no hay mas palabras de apreciacion ni sonrisas por el esfuerzo realizado.

Asi es, yo comento esto porque lo he vivido y desgraciadamente he caido en el vicio de realizar actividades que no me correspondian con el fin de obtener apreciacion porque sabia que esas obras iban a ser visibles.

El ego esta muy arraigado en el ser humano. Hasta en los minimos detalles lo alimentamos, como el leer dos veces un correo que alguien nos envio donde fuimos apreciados en lugar de leer dos veces el correo donde alguien nos pide ayuda.

Y romper esa dependencia no es facil. De hecho, pienso que solo en estado de santidad es posible hacerlo, y eso aun quien sabe.

Pero si puedo decir que recuerdo un tiempo de mi vida cuando trabaje completamente ignorante de mi ego. Fue cuando fui jefe de departamento de Sistemas del INEA en San Luis Potosi por 16 meses. Todo ese tiempo senti que no merecia la oportunidad (tenia 22 años) que se me habia dado y lo unico que sabia es que tenia que ganarme ese privilegio trabajando los mas duro que pudiera. Ese tiempo fue especial porque fue un tiempo muy creativo para mi. Trabaje en equipo con mucha gente, tuve mucha claridad en lo que debia hacer, tuve mucha dispocision con la gente y toneladas de paciencia, y como resultado obtuve incrementos de salario y prestaciones que nunca estuve ocupado en pedir. Solitas se me dieron.

Asi pasa cuando uno trabaja desinteresadamente, todo se le da, todo esta iluminado a su alrededor y todos los que tienen contacto con uno salen beneficiados porque uno trabaja con genuino interes en ayudarlos.

El ego es posible reducirlo, pienso yo, a traves de reconocer la naturaleza debil de uno ante Dios. Darse cuenta de que uno es un ser privilegiado por haber sido otorgado con la oportunidad de vivir y que el mejor regalo que Dios le dio a uno es la libertad de escoger la mejor manera de ser feliz, misma que curiosamente se revuelve acerca del servicio hacia los demas. Uno debe ser constante en pedir humildad y claridad de mente a Dios.

Gracias, tio, por recordarnos acerca de los riesgos de alimentar el ego.

Tu sobrino Memo.