lunes, 3 de agosto de 2015

LAS POSADAS DE MI PUEBLO

Que lindo es recordar, cuando yo tenía unos trece o catorce años, allá en Lerdo se organizaban las Posadas, gracias a la iniciativa de Don Vicente Verdugo, él, era el secretario del Ayuntamiento. Desde septiembre recorría las casas para preguntar, quien se apuntaba para una de las posadas.

Estas comenzaban el 16 de diciembre, saliendo de la Parroquia a las seis de la tarde. Un carpintero fabricó una especie de mesa, con un triplay grueso, de esos que se usan para los colados de los techos, cuatro patas, una en cada esquina del triplay, y las agarraderas en cada esquina. En esta mesa se colocaban las imágenes de la Virgen María y el señor San José en barro.

Siempre recorríamos de dos a tres cuadras llevando a los peregrinos, cantando para llegar a la primera casa y pedir posada.

En esta casa, ya estaban reunidos los que no quería darle posadas.

Al llegar a la casa, empezábamos: “Eeeen el nombre del cieeeelo, ooos pido posada…”




Y de adentro nos contestaban: “Noooo puedo abrir, sigan adelanteeee…..”

Y así, hasta que los de la casa abrían la puerta y todos decíamos: “Entren Santos peeeregrinos, peeeregrinos, reciban este rincón….”



Ya instalados en la casa, procedíamos a rezar el Rosario.

Luego se organizaban los juegos, mientras se preparaban para colgar la piñata.



Luego venía la cena, en unas casas nos daban tamales con champurrado, en otras churros con chocolate y en otras buñuelos con café.

Luego nos repartían refrescos, a los señores les daban ponche de futas, el cual lo adornaban con un piquetito de ron o brandy.

Ya, como a las diez u once de la noche nos despedíamos, para regresar al día siguiente a las seis de la tarde y sacar a los peregrinos y continuar a la siguiente casa.

La última posada, se llevaba a cabo en el atrio de la Parroquia, donde llegábamos el 24, habiendo salido de la última casa, ahí nos esperaba el párroco, entrabamos con los peregrinos hasta el altar, luego venía la misa, aquí ya no había piñata. Acabando la misa, regresábamos a casa cada quien para la cena Navideña y esperar al Niño Dios, para que nos dejara los regalos al pie de cada nacimiento.

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