viernes, 28 de septiembre de 2007

LA PIEDRA LARGA


Por el camino que atraviesa la sierra de las Cacachilas y que une la carretera transpeninsular con el que llega al valle de Los Planes, pasando por ranchos como Los Divisaderos, Las Calabazas y Los Encinitos, se localiza el rancho de Agua de los López, antigua comunidad donde moran familias de ese apellido. A unos dos kilómetros del rancho se encuentra una conformación rocosa en la que sobresale una piedra que se eleva varios metros sobre las demás la cual, por su original configuración, los lugareños la conocen con el singular nombre de “La Piedra Larga”. Lo anterior no tendría nada de extraordinario, ya que en otros lugares de la entidad y no digamos de la República Mexicana, existen innumerables sitios en los que pueden observarse estructuras pétreas de esta naturaleza. Lo que le da especial interés a la “piedra larga” es el hecho de ser un centro ceremonial utilizado por los antiguos pobladores Guaycuras, para rendirle culto a su dios Guamongo. Aunque los cronistas religiosos de esa época no dicen nada al respecto, debemos tomar en cuenta las versiones orales que se ha sucedido a través de varias generaciones, para hacernos a la idea de la existencia de esos centros de reunión donde el Guama o hechicero de la tribu invocaba los favores de su dios tutelar. Cuando llegaron los primeros españoles a la península encabezados por Fortún Jiménez, en 1533, los indígenas se refugiaron en lo alto de la sierra, seguramente en aquellos lugares donde con antelación los tenían previstos para esos casos. Y lo mismo sucedió con los subsecuentes arribos de las expediciones, entre ellas las de Hernán Cortés, Francisco de Ulloa y Sebastián Vizcaíno. Es de creerse que el Guama aprovechaba las congregaciones alrededor de la “piedra larga”, para hacer conjuros en contra de los invasores que en mala hora llegaron a entorpecer y en otros casos a destruir sus tradiciones y formas de vida. Allí, amparados por las sombras nocturnas, debieron haberle pedido a Guamongo que castigara a los hombres blancos con enfermedades hasta causarles la muerte. Tantas invocaciones sirvieron de algo, por que durante 165 años los grupos expedicionarios no lograron hacer huesos viejos en la península califórnica, largo tiempo durante el cual las tribus de los cochimíes , los guaycuras y los pericúes siguieron siendo dueños de su habitat, resguardando sus costumbres y creencias. A partir de 1697, con el arribo de los sacerdotes jesuitas y con ellos un nuevo dios que hablaba de bondad y del bien, el ser omnipresente de los indígenas invocados por los hechiceros se sintió relegado, pero no tanto para que no continuaran con sus tenebrosos ritos en su honor. Incluso en pleno periodo de catequización, cuando las misiones florecían en toda la península, todavía los indígenas sostenían sus costumbres paganas, ya que de hecho era lo último a que podían aferrarse al ver que su mundo desaparecía por obra y gracia de los conquistadores. Ha pasado mucho tiempo pero la fama del centro ceremonial de la “piedra larga” no ha desaparecido. Los habitantes de los ranchos diseminados a todo lo largo de la sierra de las Cacachilas, incluyendo las comunidades de Palo de Arco y Los Divisaderos, relatan sucesos ocurridos años atrás, donde los fines de semana que coincidían con la luna llena, se veían figuras humanas danzando al filo de la medianoche, y se escuchaban voces que invocaban a Satanás, como antes los nativos lo hacían a Guamongo. Se platica que a esos aquelarres llegaba gente de diversos puntos de la región, desde los ranchos alejados de El Remudadero y San Venancio, hasta los que se encuentran en los alrededores de El Triunfo y San Antonio. Algunos de los involucrados en estas ceremonias desaparecían de sus comunidades los fines de semana y se hacían presentes en la “piedra larga”, sin que se explicaran los medios utilizados para recorrer tan largas distancias entre uno y otro lugar. Todavía en la actualidad existen versiones de que en ese lugar se oyen ruidos extraños en las noches de luna, por lo que los moradores de esa zona evitan acercarse, so pena de verse envueltos en los remolinos de los maleficios que originan las fuerzas del mal. Por eso, los visitantes que desen conocer el sitio donde se encuentra esta descomunal piedra deben hacerlo durante el día, ya que lo contrario pueden encontrarse con la presencia de Guamongo, ese extraño dios de los Guaycuras que no teniendo forma ni sustancia, influyó decisivamente en sus costumbres y formas generales de vida.

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