lunes, 12 de noviembre de 2007

EL ÁNIMA DEL PUENTE DEL TRANVÍA


Allá por el año de 1950, sobre el río Nazas existían tres puentes a la orilla de Torreón. Uno donde cruzaban los automóviles y los peatones. El otro era por donde cruzaba el ferrocarril que saliendo de Torreón continuaba hacia Chihuahua y el tercero por donde corría el tranvía que iba de Torreón a Lerdo.

Esto le sucedió a Felipe de Santiago quien había sido primo de Salvador Hernández quien murió tres años antes atropellado por el tranvía que salía de la última curva antes de iniciar el cruce del puente. Eran las siete treinta de la tarde y ya estaba oscuro, el tranvía venía sin su luz encendida, por lo tanto el motorista no lo alcanzó a ver, nada más sintió el golpe que le dio a Salvador aventándolo al fondo del río.

De inmediato lo dieron por muerto, levantaron el cuerpo y lo empezaron a velar en su casa. Pasó toda la familia y los conocidos frente al ataúd del joven Salvador y empezaron los rosarios. Ya era casi la medianoche, cuando uno a uno se fueron retirando del velorio, quedando al final solo con el cuerpo a Felipe de Santiago.

Después de estar sólo, junto a la caja donde se encontraba su primo Salvador por un rato se levantó también para retirarse y cuándo llegó a la puerta de la sala escuchó una voz que le decía: -“No te vayas”- Se acerco al féretro el cual se encontraba abierto, puso su mano sobre el lado izquierdo del mismo, entonces sintió que la mano del difunto le apretó por tres veces seguidas su mano y del susto quedó sumamente impresionado.

Al día siguiente muy temprano Felipe fue a ver al padre del Sagrado Corazón de Jesús para contarle lo sucedido. El sacerdote, hombre muy beato le dijo: -“Lo que pasa es que tu primo Salvador vio el infierno, el purgatorio y el cielo y como no estaba confesado al momento de su muerte, regresó para avisarte que reces mucho por él”- En ese instante Felipe se dio cuenta que se encontraba baldado de su brazo izquierdo. Entonces Felipe le pidió al sacerdote que dijera tres misas por su primo. Al tercer día al terminar la misa, el brazo de Felipe recuperó su movimiento.

Felipe de Santiago, no volvió a pasar por el puente del tranvía, porque a partir de esa fecha después de las once de la noche los perros aullaban de manera lastimera cuando la gente se acercaba a dicho puente.

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