miércoles, 11 de julio de 2007

COMO PIGMALIÓN


En el salón de clase había dos alumnos que tenían el mismo apellido: Trujillo. Uno de los Trujillo, el más pequeño, era un verdadero dolor de cabeza para la maestra: indisciplinado, poco aplicado en sus estudios, buscador de pleitos. El otro Trujillo, el mayor en cambio, era un alumno ejemplar.
Tras la reunión de padres de familia, una señora de modales muy finos se presentó a la maestra como la mamá de Trujillo. Creyendo que se trataba de la mamá del alumno aplicado, la maestra se deshizo en alabanzas y felicitaciones y repitió varias veces que era un verdadero placer tener a su hijo como alumno.
A la mañana siguiente, el Trujillo revoltoso llegó muy temprano al colegio y fue directo en busca de su maestra. Cuando la encontró, le dijo casi entre lágrimas: “Muchas gracias por haberle dicho a mi mamá que yo era uno de sus alumnos preferidos y que era un placer tenerme en su clase. ¡Con qué alegría me lo decía mamá! ¡Qué feliz estaba! Ya sé que hasta ahora no he sido bueno, pero desde ahora lo voy a ser”
La maestra cayó en la cuenta de su error pero no dijo nada. Sólo sonrió y acarició levemente la cabeza de Trujillo en un gesto de profundo cariño. El pequeño Trujillo cambió totalmente desde entonces y fue, realmente, un placer tenerlo en clase.
Las expectativas que abrigamos hacia una persona se las comunicamos y es probable que se conviertan en realidad. Esto es lo que se conoce como Efecto Pigmalión.
Según la mitología, Pigmalión, rey legendario de Chipre, esculpió en marfil una estatua de mujer tan hermosa que se enamoró perdidamente de ella.
Invocó a la diosa Venus, quien atendió las súplicas del rey enamorado, y convirtió la estatua en una bellísima mujer de carne y hueso. Pigmalión la llamó Galatea, se casaron y fueron muy felices.
El mito de Pigmalión viene a significar que las expectativas, positivas o negativas, influyen mucho en las personas con las que nos relacionamos. De ahí la importancia de tener expectativas positivas de nuestros alumnos. La capacidad de aceptar a los otros como son, y no como quisiéramos que fueran, y de comunicarles dicha aceptación mediante palabras o gestos, es tal vez la principal herramienta para producir cambios positivos en el crecimiento y desarrollo de la persona.

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