lunes, 22 de octubre de 2007

MI HIJA LUCÍA


La imaginaba en un jardín inmenso correteando sin cansarse. En un campo verde repleto de flores donde podía jugar sin mancharse su vestido blanco. La imaginaba con una mochila en la espalda cargada de ilusiones.

Sentía que sus ojitos azules nos observaban a cada instante y que se entretenía conociéndonos. La veía sonreír continuamente y hasta sentía sus carcajadas unidas a las nuestras, con ese brillo en la mirada capaz de hacerme aflorar un instinto hasta entonces dormido.

Se que escuchaba atentamente cuando hablábamos de ella intentando adivinar cuando sería su cumpleaños. A veces podía notar su enfado al verme discutir con su madre y no me costaba nada imaginarla con los brazos en jarra y el ceño fruncido. Y hasta la imaginaba llorando desconsolada, por el temor anhelado de que su viaje pudiera quedarse en tan solo un sueño, porque los que la raptaron la estaban engañando.

Se, que a ella le urgía que la dejaran libre para retornar a su hogar después de que yo entregara el dinero que pedían por ella, pero soy tan pobre que no había reunido nada. De los ojos de mi esposa y de los míos solo rodaban las lágrimas por ser tan pobres y no poder pagar nada por el rescate.

No sé porqué los plagiarios no escogieran a otra niña, la hija de algún rico, alguien que si pudiera pagar cualquier rescate que pidieran.

Y mi hijita Lucía, estaba presa en manos de unos plagiarios de los cuales no sabemos como pudieran reaccionar.

Sólo imaginaba su pequeña voz que decía: “Papá, mamá, vengan por mí”

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