martes, 23 de octubre de 2007

UN PERICO DETECTIVE


Tenía yo unos quince años, allá en mi pueblo, Lerdo Durango, cuando sucedió un crimen que fue muy sonado. Yo lo recuerdo como si fuera un cuento de ultratumba. Había un conjunto de seis casas dentro de una huerta. Cinco eran rentadas a familias numerosas en las que abundaban los niños, los gatos, los perros y los problemas. La casa número seis estaba rentada a una chica muy guapa que no tenía amistad con nadie. Con la única que se la veía era con su costurera. Para los chiquillos de la vecindad, la conocían como la “Curra” o la “Catrina” por su modo de arreglarse. Usaba mucho colorete en sus mejillas y sus labios se los pintaba en forma de corazón. Aunque todavía no se usaba mucho, ella usaba la falda muy corta. En esos tiempos se iniciaba una costumbre de muchos señores que trabajaban como aboneros. La muchacha de la vivienda número seis era muy afecta de comprar sus retazos de tela para ir de inmediato con su costurera para que le hiciera una nueva falda corta de acuerdo con la moda que ella quería implantar.

La gente la conocía con el diminutivo de “Tila” por su nombre que era Domitila.
Pero como ella no se juntaba con nadie, siempre andaba muy sola.

Tila tenía en su habitación un perico muy hablador y el venía siendo su único compañero de habitación y gracias a ese perico se descubrió quién cometió un horrendo crimen. Ya habían pasado dos días sin que ningunos de los vecinos de las otras casas vieran salir a “Tila”. Ella era dueña de un estanquillo o caniche en el cual vendía dulces y chucherías y que estaba a la entrada del mercado. Los vecinos le avisaron a la policía que algo raro le había pasado a la muchacha.

La policía llego a la casa número seis y al entrar en ella encontraron a la chica muerta, en su recámara. Aparentemente no le había robado nada de sus pertenencias, todo estaba intacto. Solo el perico hacía muchos aspavientos, los policías pensaron que era porque ya tenía dos días sin comer. El perico repetía sin cesar: “No Jesús... no Jesús”

Los policías preguntaron a los vecinos que si conocían a algún Jesús. Como la chica no mantenía amistad con nadie, les informaron que no conocían a nadie con ese nombre, pero quizás su costurera pudiera informarles algo.

La costurera les informó que uno de los aboneros que le llevaba los retazos de tela para sus faldas se llamaba Jesús, y de esta manera pudieron dar con el asesino. Todo gracias a un Perico Detective.

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